Hoy os traemos una leyenda vallisoletana, que nos ha
sorprendido y ha llamado nuestra atención. Como no podía ser de otra manera, y
como siempre nos gusta hacer, queremos compartirla con todos vosotros.
El Santísimo Cristo de la Cepa, expuesto en la
Catedral de Valladolid, es una figura única y realmente curiosa, cuya historia
merece la pena descubrir.
Se trata de un tronco de cepa de vino, toscamente
labrado y con una altura de unos veinte centímetros, que nos lleva
inequívocamente a la imagen de Jesús en la Cruz.
Cristo de la Cepa (Valladolid)
La cabeza, realmente bien configurada, de gran expresión y
de tamaño mayor que el correspondiente al resto de la figura (como ocurre en el
patrón romano), destaca sobre un cuerpo que simula claramente la postura
tradicional del Cristo Crucificado, cuya propia cruz nace de un tronco de cepa
natural.
La cabellera y la barba de este Divino Señor, están
formadas por las mismas raíces de la cepa, infundiendo admiración profunda,
mucho respeto y suma devoción.
La fe y la devoción forjaron una leyenda a principios
del siglo XV en torno a esta curiosa imagen, que hoy queremos contaros.
La población judía, aún no expulsada de la Península
Ibérica por la Reina Isabel, se concentraba principalmente en Toledo. Y
era aquí, en la maravillosa ciudad de las tres culturas, donde según la leyenda vivía un
judío que continuamente hacía mofa de la religión cristiana.
Pensando en una nueva forma de reírse de los
cristianos, el judío podaba su viñedo cuando se topó con esta extraña figura, que
le sobrecogió hasta el punto de caer de rodillas a la tierra.
No le cabía duda de que representaba a Jesucristo Crucificado,
y tal “señal divina” le movió a reconocer sus pecados y abrazar la fe cristiana
de la que tanto se había burlado.
Su entrega al cristianismo fue tal que el mismísimo
Cardenal Arzobispo de Toledo, Don Sancho Rojas, conoció la historia y ofició su
bautismo poco tiempo después.
El Cardenal, que tras el acto de bautismo solicitó llevarse el crucifijo de recuerdo, fue
trasladado años más tarde a Valladolid, lugar donde fundó el Monasterio de San
Benito el Real. Fue en este monasterio donde dejó la curiosa figura, que a
partir de ese momento fue conocida como el “Santísimo Cristo de la Cepa”.
Expuesto en San Benito El Real, su fama se acrecentó,
sobre todo entre el gremio de los vinateros. Así, cada tres de mayo y por la
fiesta de estos, el Cristo de la Cepa comenzó a ser sacado del templo en
procesión rodeado de velas y flores.
Se sabe que durante el siglo XVIII desfiló por
las calles de Valladolid en varias rogativas, con la esperanza de poner fin a
sequías o inundaciones que asolaban a las cosechas.
Se le atribuye el milagro de terminar con la sequía de
1714, como recoge Juan Agapito y Revilla en el artículo “Tradiciones de Valladolid”.
En el año 1835, el Cristo de la Cepa fue trasladado a
la Catedral de Valladolid, concretamente a la capilla de la Virgen de los
Dolores, lugar donde permanece a día de hoy con un escrito explicativo de la leyenda y bajo una placa que dice "Imagen Milagrosa".
Era expuesto los viernes de cada año en su altar dando
origen a una práctica piadosa de veneración, que perduró durante bastantes años
y que consistía en visitar cada viernes la capilla.
El Cristo de la Cepa, entre fe y curiosidad, forma
parte hoy de los fondos del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid,
desprovista de su misterio y eclipsada por las obras plásticas de su entorno
expositivo.
Cristo de la Cepa (Valladolid)
Por tanto, y aunque cueste entenderlo, este singular
crucifijo pasa hoy bastante desapercibido entre los visitantes a la Catedral, incluso
para los propios habitantes de Valladolid, muchos de los cuales desconocen que
en su día fue un tesoro incalculable dentro de la religiosidad del pueblo
vallisoletano, siempre tan vinculado al vino.
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