LA SÁBANA SANTA DE TURÍN: ¿RELIQUIA O FALSIFICACIÓN?


La sábana santa de Turín es una de las reliquias de nuestro Señor que más interés despierta, tanto en la comunidad religiosa como en la comunidad científica.


¿Realidad o leyenda? ¿Certeza o ficción? Lo cierto es que ésta sigue siendo una cuestión muy controvertida en el día de hoy.

Pero comencemos por el principio: ¿qué es realmente la sábana santa de Turín?

La sábana santa (denominada también “santo sudario” o “síndone”) es una tela de lino que muestra la imagen de un hombre que presenta marcas y traumas corporales muy comunes en una crucifixión.

Mide 436 cm de largo, y 113 cm de ancho, y se custodia en Turín (Italia), en una capilla propia construida en el siglo XVII dentro del complejo compuesto por la catedral, el palacio real y el denominado palazzo Chiablese.

La Sábana Santa de Turín muestra la imagen de un hombre estirado con las manos cruzadas, con las vistas frontal y posterior de la cabeza encontrándose justo en medio del sudario, lo que sugiere que envolvió un cadáver desnudo por ambos lados, de la cabeza a los pies. Las imágenes del lienzo revelan incontables y terribles heridas en el cuerpo, cuchilladas, carne arrancada, perforaciones y marcas de azotes, y por esta razón es considerado por muchos el sudario que envolvió el cuerpo de Jesús de Nazaret tras ser crucificado y sepultado, aunque para los escépticos no pasa de ser un mero artículo religioso de un pobre interés histórico.



Sábana Santa de Turín

Según relatan los Evangelios, antes de depositar el cuerpo de Jesús en el sepulcro fue envuelto en una sábana. Al modo como se hacía entonces, pondrían un gorro sobre su cabeza, atado a sus mejillas. Luego sería envuelto a lo largo con una sábana (“sindon”) y atado horizontalmente con dos vendas. Por último, un velo (“sudarion”) cubriría su rostro.


La ley judía sostenía que un cadáver es impuro, de modo que todo lo que lo tocase se volvía impuro. Esto cambió con la resurrección de Jesús, de ahí que sus discípulos se afanaran por conservar los objetos que habían estado en contacto con su cadáver.

Eusebio de Cesarea, en el siglo III, es el primero en referirse a la existencia de un lienzo con la huella de Jesús. Desde entonces hay rastro de sus diferentes destinos y custodias, aunque los historiadores sostienen que su pasado es “turbio” hasta el siglo XV. A partir de ese momento su existencia está bien documentada, y sabemos que la sábana fue transferida formalmente a la Casa de Saboya en 1453, quien la tuvo en posesión hasta que falleció su último monarca, pasando a quedar a cargo de la Santa Sede.

También sabemos que sufrió daños en un incendio y en diversos momentos de la historia se le han aplicado diferentes parches y arreglos, aunque la sábana no fue públicamente expuesta hasta el siglo XIX.

Fue fotografiada por primera vez el 28 de mayo de 1898 por Secondo Pía, abogado y fotógrafo aficionado italiano, que al revelar la imagen vio aparecer el santo rostro de una manera tan clara que quedó conmocionado.




Negativos fotográficos de la Sábana Santa de Turín


Debido a este hallazgo, comenzaron las especulaciones y los estudios científicos que pretendían analizar exhaustivamente la sábana.

En 1958 el papa Pío XII autorizó oficialmente la devoción a la denominada “santa Faz de Jesús”, aunque la Iglesia Católica no se ha manifestado nunca acerca de la autenticidad del santo sudario.

En 1977, el Vaticano concedió cinco días y cinco noches a los científicos del “Proyecto de Investigación del Sudario de Turín”, para el estudio de la mortaja que se presumía había envuelto el cuerpo de Jesús.

Tras muchas horas frente al microscopio, el microanalista forense Walter McCrone, concluyó afirmando que “la sábana es una bonita pintura medieval”.  Asimismo, tres mediciones distintas de carbono-14, realizadas 11 años después apoyaron la teoría de McCrone, datando el origen de tan singular tejido entre los años 1260-1390.

Sin embargo, pese a tantas pruebas en contra de la autenticidad del sudario, ¿por qué razón sigue aún el debate en torno a él? Pues porque en primer lugar, en el año 2005 se demostró que las pruebas se habían realizado sobre un borde remendado de la sábana (probablemente tras alguno de los incendios de los que fue rescatada), y no sobre el mismo lienzo en el que aparece impresa la imagen. Y después, porque existen datos científicos que no tienen explicación a día de hoy.

Está demostrado que la hebra con la que se tejió la sábana procede de Oriente medio y coincide con lienzos sepulcrales del siglo I, por lo que pudiera pertenecer a los antiguos telares judíos.

La imagen en sí no pudo ser pintada, ya que no se observan trazos de pigmentos. Además, no habría podido pintarla ningún artista de la época medieval, al no conocerse entonces la técnica tridimensional de perspectiva que refleja.

Se sabe que la sábana posee un alto porcentaje de semillas que proceden de la región de Judea, e incluso el polen de una de las plantas es la misma que la que se utilizó para extraer las espinas que configurarían la corona de Jesucristo.

Además, en los pies de la tela se descubrieron restos de minerales que se usaban en las construcciones de la antigua Jerusalén, lo que confirmaría que quien fuera envuelto en ella habría transitado por esa ciudad.

Resulta muy difícil de comprender cómo es posible que un falsificador de la Edad Media hubiera podido colocar polen y otras partículas microscópicas en el lienzo, cuando en esos tiempos el hombre ni siquiera soñaba con realizar análisis de carácter molecular.

Otro punto importante está relacionado con los detalles de la propia crucifixión. En las representaciones cristianas actuales, y sobre todo en las del medievo, Jesús se encuentra sujeto por clavos en el centro de las palmas de sus manos. Sin embargo, hoy se sabe que en las crucifixiones lo que se hacía era insertar el clavo en el antebrazo, ya que el peso del propio cuerpo habría desgarrado las manos. El sudario de Turín muestra justamente las heridas de los clavos correctamente situadas, algo desconocido en la Edad Media con casi total seguridad.

Por otra parte, exámenes microscópicos han demostrado que la imagen se limitaba a una capa muy superficial del sudario, sobre las fibras nanométricas de hidrato de carbono. Este nivel de control, en caso de ser una pintura, escaparía a la capacidad de un artista humano.

Además, en un estudio de investigadores de la NASA, se identificaron las impresiones de las monedas que aparecen en las cuencas de los ojos del hombre del sudario. Según sus análisis, la moneda derecha correspondería a una moneda de cobre romana acuñada en Jerusalén entre los años 29 a. C. y 30 d. C., mientras que la izquierda se asemejaría a una moneda de la época del reinado de Tiberio.

Así pues, ¿se trata de una falsificación de la edad media o es realmente de la auténtica sábana que envolvió a nuestro Señor?

Puede que nunca lo sepamos, pero a pesar de que la sábana santa no está accesible al público por razón del cuidado que debe procurársele, durante el año 2025 está programada una exposición… quizá entonces podamos disponer de más datos sobre ella.

 

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El sudario de Oviedo: ¿qué es y por qué se relaciona con el sudario de Turín?

El santo sudario de Oviedo, también conocido como “el pañolón de Oviedo”, es otra de las reliquias más importantes del cristianismo. Se cree que es el lienzo en el que fue envuelta la cabeza de Jesús tras su muerte en la cruz y es el tesoro más valioso que alberga la Catedral de Oviedo.

El Evangelio de San Juan (20, 6-7), lo menciona así:

“Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte.”

Se trata de una pieza de tela que mide 84 x 53 centímetros, se encuentra muy manchada y arrugada, con oscuras salpicaduras que aparentemente no forman imagen alguna. Miles de peregrinos acuden a Oviedo para contemplarlo los días del Viernes Santo, la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz del 14 de septiembre y en su octava del 21 de septiembre, las tres únicas veces al año que puede visitarse.

 

El Santo Sudario de Oviedo

El santo sudario de Oviedo es mencionado por primera vez en el año 570 d. C. por Antonino de Plasencia (Piacenza)que lo sitúa en el monasterio de San Marcos, en Jerusalén. En el año 614 fue trasladado a Alejandría tras la invasión del rey persa sasánida Cosroes II. Cuando el ejército persa alcanzó al norte de Egipto, el presbítero encargado de custodiar el sudario se lo llevó desde Alejandría hasta España. En España pasó por Cartagena en primer lugar, después por Sevilla, y en el año 657 llegó a Toledo. Alcanzó finalmente Oviedo en torno al año 840.

El 14 de marzo del año 1075, el rey Alfonso VI, su hermana y Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como El Cid, abrió el cofre que contenía la reliquia y la designó mediante acta oficial “El Sagrado Sudario de Nuestro Señor Jesucristo.”

Los estudios realizados sobre el sudario de Oviedo han detectado dos especies de polen típicas de la región de Palestina, así como una muestra de polen procedente del norte de África, lo que se ajustaría a la leyenda que narra los viajes de la reliquia.

En el año 1994, en el transcurso del Primer Congreso Internacional sobre el Santo Sudario de Oviedo, los investigadores decidieron analizar las muestras de sangre y linfa que impregnan el lienzo. Los resultados demostraron que el grupo sanguíneo de la persona que fue cubierta con esta tela era AB. También descubrieron que las manchas sobre el tejido sugieren que cubría el rostro de un hombre con barba.

No se sabe si tiene vinculación directa con el santo sudario de Turín, pero lo cierto es que ambos se ajustan perfectamente, como puede verse en la siguiente imagen.

Sudario de Oviedo (derecha) y rostro de la Sábana Santa de Turín (izquierda).





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