Ya sabéis que nos encantan las historias y leyendas
que tienen relación con el mundo religioso, y más aún, si hablan y tienen lugar
en nuestra tierra.
Todos nosotros hemos paseado por la maravillosa Plaza
de Capuchinos de Córdoba, una singular plaza peatonal empedrada a la
que se accede entrando por la Cuesta del Bailío, y que es parada obligada para todos los visitantes que acuden a la capital cordobesa.
En la propia plaza se encuentra la Iglesia
Hospital de San Jacinto, que guarda una maravillosa imagen de la
Virgen de la Dolores con gran devoción en Córdoba; y la Iglesia Conventual de Santo Ángel, en cuyo interior destaca la imponente Virgen de La Paz y Esperanza.
Pero sin duda, el elemento más famoso de esta plaza es la escultura del “Cristo de los Faroles”.
Aunque su verdadero nombre es “Cristo de los Desagravios y Misericordia”, este Cristo es conocido popularmente como “de los faroles” por los ocho farolillos que rodean la escultura y que, según se cree, simbolizan las ocho provincias de Andalucía.
Se trata de una
escultura promovida por los monjes capuchinos y realizada por el artista
Juan Navarro León en el año 1794, en mármol blanco para la figura de Cristo
y mármol negro para la cruz.
Pero, ¿conoces la leyenda que en
las calles cordobesas se cuentan sobre esta escultura?
Cada noche, a las
doce en punto, la figura de un hombre envuelto en una capa negra ascendía por
los escalones de la cuesta del Bailío y aparecía en la plaza.
Casi sin tocar el
suelo, se colocaba frente a la imagen del Cristo, permanecía unos instantes de
pie frente a él, y le susurraba unas palabras incomprensibles a modo de
oración. Tras ello, desaparecía de manera misteriosa.
En ningún momento nadie pudo ver su rostro, ni muchísimo menos identificarlo. Pero una noche, el misterioso hombre desveló su gran secreto a los monjes capuchinos que cuidaban la escultura del Cristo de los Faroles.
Les contó que era un
soldado del Rey, y que una noche fue atracado por unos bandoleros que le dieron
una paliza casi mortal. Los bandoleros le dejaron abandonado cuando perdió el
conocimiento creyendo que había muerto, y misteriosamente, se despertó a los
pies del Cristo de los Faroles.
Por esa razón, todas
las noches acudía a su cita con el Cristo, ya que de esa manera quería
agradecerle que le hubiera salvado la vida.
Sin embargo, la noche
que contó su secreto ante los monjes fue la última en la que se le vio aparecer
en la plaza. Misteriosamente, tras confirmar su identidad, nunca más se le ha
visto rondar la figura del Cristo de los Faroles.
¿Qué pasó con aquel
hombre?
Nadie lo sabe y nadie
se lo explica, pero creemos que es una leyenda que todos los cordobeses
deberíamos conocer.
¿Conoces alguna
leyenda parecida? ¿Habías escuchado alguna vez esta que hoy te contamos?
¡Ya sabéis que
siempre estamos dispuestos a escucharos!
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