Todo lo relacionado con los
milagros crea siempre una gran expectación y curiosidad. Por esta razón, hoy os
detallamos alguno de los más famosos que han tenido lugar en la comarca.
Los milagros se pueden clasificar
en cuatro grupos: curaciones, exorcismos, resurrección de los muertos y control sobre la naturaleza, y lo primero que debemos tener en cuenta es que,
para que un suceso sea reconocido como milagro por la Iglesia Católica, se
requiere un proceso de investigación riguroso que implica la participación de
expertos médicos, científicos y teológicos.
Los criterios principales que deben
cumplirse son:
1. Inexplicabilidad Científica
El punto de partida es que el
evento debe ser un suceso extraordinario que trasciende las leyes
naturales y no puede ser explicado por la ciencia ni por la medicina
actual. Para las curaciones (los milagros más comunes en procesos de
canonización), esto implica:
- La enfermedad debe ser grave, incurable o de
pronóstico muy difícil.
- La curación debe ser instantánea o muy rápida, sin un
proceso de convalecencia gradual.
- La curación debe ser completa, perfecta y duradera (sin
recaídas o reincidencias).
- Un grupo de médicos independientes y no creyentes, si es necesario,
debe examinar el caso y certificar que no hay explicación científica
posible para la recuperación.
2. Intercesión Divina
Debe existir una conexión
clara entre el suceso inexplicable y la intercesión de Dios,
generalmente invocada a través de un beato, un santo o la Virgen María.
- La persona que experimenta el milagro debe haber orado exclusivamente a
esa persona o figura específica durante su prueba. Si se reza a varios
santos, no hay una indicación clara de quién pudo haber intercedido.
- El milagro se considera una "confirmación divina" de la santidad del individuo cuya intercesión se invoca.
3. Proceso Formal de Investigación
En resumen, la Iglesia busca un
hecho que desafíe las leyes naturales conocidas y que esté directamente
vinculado a la oración dirigida a una figura de santidad, considerándolo un
signo trascendente de la intervención de Dios
El milagro más famoso reconocido por la Iglesia en nuestra comarca es el de Pedro Martín Pacho, en 1621, que fue sanado gracias a la intercesión de la Virgen de la Sierra de Cabra.
El Milagro de Pedro Martín Pacho (1621)
Pedro Martín Pacho, un humilde
hortelano natural de Cabra, padecía una grave enfermedad que lo había
dejado tullido de pies y manos, incapacitado para valerse por sí
mismo. A pesar de su condición, era un hombre de profunda fe y gran devoción a
la Virgen de la Sierra.
Un día de San Juan, en junio de
1621, Martín Pacho se encontraba solo en la ermita de la Virgen, rezando con
fervor, pues sus acompañantes lo habían dejado allí un momento. Mientras estaba
absorto en su oración, vio con horror cómo una de las velas que iluminaban el
camarín de la imagen caía, provocando un incendio que
comenzaba a extenderse rápidamente.
Preso de la desesperación, el pobre
hombre, consciente de su parálisis y temiendo que la amada imagen de la Virgen
ardiese, sintió una inmensa impotencia al no poder moverse para sofocar las
llamas o pedir ayuda, ya que nadie acudía a su llamada. En ese momento de
angustia suprema, Martín Pacho clamó a la Virgen con todo su corazón,
pidiéndole auxilio.
Fue entonces cuando ocurrió el
prodigio. Impulsado por una fuerza inexplicable, y sintiendo que sus miembros
inertes recuperaban la movilidad al instante, Martín Pacho pudo levantarse
sano y salvo. Corrió hacia el fuego y, milagrosamente, el incendio se
extinguió por sí solo, sin causar daño a la imagen ni a la ermita, quedando
todo intacto.
El suceso causó gran conmoción en
Cabra. El hecho de que un hombre tullido hacía mucho tiempo hubiera recuperado
la salud de forma instantánea y, además, hubiese evitado un desastre en el
santuario, fue interpretado por el pueblo como un claro milagro de la
intercesión de la Virgen.
La noticia se extendió rápidamente,
y las autoridades eclesiásticas, a petición del cabildo municipal, abrieron un
proceso formal de investigación para verificar los hechos. Tras meses de
pesquisas y la toma de declaraciones, la Iglesia reconoció oficialmente el
milagro en marzo de 1622, consolidando aún más la devoción a la Virgen de la
Sierra como patrona principal de Cabra.
En Lucena, los milagros están
fuertemente ligados a la devoción de su patrona, María Santísima de
Araceli. Existen varios relatos tradicionales y documentados que la fe popular
considera milagrosos, si bien muchos de ellos son parte de la historia y la
tradición oral.
El Milagro de la Liberación de Cautivos (La Cadena del
Santuario)
En tiempos donde el Mediterráneo era un mar de peligros y las costas
andaluzas sufrían el azote de la piratería berberisca, un hombre de fe, natural
o cercano a Lucena, se vio sumido en la más amarga de las suertes: la
cautividad.
Apresado, encadenado con gruesos grilletes de hierro que dañaban sus
muñecas, y lejos de su tierra, su futuro se antojaba tan sombrío como el
calabozo donde penaba. Los días se sucedían monótonos y desesperantes, y la
esperanza se desvanecía con cada amanecer.
Pero este hombre recordaba las historias de la Virgen de Araceli, la
que habitaba en la cima de la Sierra de Aras, protectora de su pueblo y
auxiliadora de los desvalidos. Noche tras noche, en la penumbra de su celda,
elevaba sus plegarias, encomendándose a Ella, pidiendo por su libertad, por un
milagro que rompiera las cadenas que aprisionaban su cuerpo y su alma.
Una noche, mientras suplicaba con renovado fervor, un calor inusual
recorrió sus extremidades. De repente, sin explicación alguna, las pesadas
argollas que unían sus grilletes se abrieron. El hierro cedió, no por la fuerza
humana, sino por una intervención inexplicable y divina. Quedó libre de sus
ataduras físicas, un prodigio que le permitió escapar de su cautiverio.
Lleno de gratitud y asombro, y sin olvidar la promesa que había hecho en su
desesperación, el hombre emprendió un largo y peligroso viaje de vuelta a casa.
No regresó con las manos vacías; cargó con las mismas cadenas y grilletes que,
milagrosamente, se habían roto.
Al llegar a Lucena, subió la empinada sierra hasta el Santuario de María Santísima de Araceli. Allí, ante la imagen de la Virgen, depositó las cadenas como ofrenda y testimonio vivo de su milagrosa liberación.
Hoy, esa misma cadena cuelga en el pórtico del Santuario de Araceli como muestra
de la historia de aquel hombre cuya fe fue más fuerte que el hierro, y se ha
convertido en un símbolo de la Virgen como "liberadora" y protectora
ante situaciones desesperadas.
La Historia de la Niña Perdida en la Sierra
La brisa de la Sierra de Aras, que
usualmente traía el fresco aroma del tomillo y el romero, aquella tarde se
cargó de angustia. Una niña, pequeña y curiosa, se había extraviado mientras
correteaba por las faldas del monte, cerca del santuario de la Virgen de
Araceli.
La noche cayó y nadie encontraba a
la pequeña. Linternas y antorchas se movilizaron por la ladera. Hombres y
mujeres de Lucena, con el corazón encogido, peinaron cada sendero gritando su
nombre, pero solo el eco les respondía. El miedo a los peligros de la sierra,
al frío de la noche, atenazaba a todos, especialmente a la familia de la niña.
Las plegarias a la Patrona se multiplicaban en cada boca.
Con las primeras luces del alba,
cuando la esperanza comenzaba a flaquear tras una noche de búsqueda
infructuosa, un grito de alivio rompió el silencio. La niña había sido
encontrada. Estaba sana y salva, sentada tranquilamente junto a unas rocas, con
una serenidad impropia de quien ha pasado la noche solo en la montaña.
Corrieron hacia ella, la abrazaron,
preguntando cómo había sobrevivido, si había tenido miedo, si había pasado
frío. La niña, con la naturalidad de la inocencia, respondió con una simple
frase que se convertiría en leyenda:
—No he tenido miedo, una Señora muy
guapa se quedó conmigo. Me dio su manto para que no pasara frío y me cantó
canciones hasta que me dormí.
Para los vecinos de Lucena, no hubo
duda. Aquella "Señora muy guapa" no era otra que María Santísima de
Araceli. El relato se instaló en el corazón del pueblo, un milagro sin papeles
ni actas notariales, pero vivo en la tradición oral.
¡Te leemos!

No hay comentarios:
Publicar un comentario