MILAGROS DE LA COMARCA

 

Todo lo relacionado con los milagros crea siempre una gran expectación y curiosidad. Por esta razón, hoy os detallamos alguno de los más famosos que han tenido lugar en la comarca.

Los milagros se pueden clasificar en cuatro grupos: curaciones, exorcismos, resurrección de los muertos y control sobre la naturaleza, y lo primero que debemos tener en cuenta es que, para que un suceso sea reconocido como milagro por la Iglesia Católica, se requiere un proceso de investigación riguroso que implica la participación de expertos médicos, científicos y teológicos.

Los criterios principales que deben cumplirse son: 

1. Inexplicabilidad Científica

El punto de partida es que el evento debe ser un suceso extraordinario que trasciende las leyes naturales y no puede ser explicado por la ciencia ni por la medicina actual. Para las curaciones (los milagros más comunes en procesos de canonización), esto implica: 

  • La enfermedad debe ser grave, incurable o de pronóstico muy difícil.
  • La curación debe ser instantánea o muy rápida, sin un proceso de convalecencia gradual.
  • La curación debe ser completa, perfecta y duradera (sin recaídas o reincidencias).
  • Un grupo de médicos independientes y no creyentes, si es necesario, debe examinar el caso y certificar que no hay explicación científica posible para la recuperación


2. Intercesión Divina

Debe existir una conexión clara entre el suceso inexplicable y la intercesión de Dios, generalmente invocada a través de un beato, un santo o la Virgen María. 

  • La persona que experimenta el milagro debe haber orado exclusivamente a esa persona o figura específica durante su prueba. Si se reza a varios santos, no hay una indicación clara de quién pudo haber intercedido.
  • El milagro se considera una "confirmación divina" de la santidad del individuo cuya intercesión se invoca. 


3. Proceso Formal de Investigación

El proceso es meticuloso y se desarrolla en dos etapas: 

Etapa Diocesana: La investigación inicial se realiza en la diócesis donde ocurrió el suceso. Se recogen testimonios de testigos, documentación médica y cualquier otro material relevante.

Etapa Vaticana: Todo el material se envía a la Congregación para las Causas de los Santos en el Vaticano. 

Una junta de expertos médicos examina el informe para corroborar la inexplicabilidad científica.

Si los médicos no encuentran explicación, el caso pasa a una comisión de teólogos, que estudian si hay una relación entre la curación y la intercesión.

Finalmente, una comisión de cardenales y obispos da su aprobación, y solo el Papa puede certificar oficialmente el milagro mediante un decreto. 


En resumen, la Iglesia busca un hecho que desafíe las leyes naturales conocidas y que esté directamente vinculado a la oración dirigida a una figura de santidad, considerándolo un signo trascendente de la intervención de Dios


El milagro más famoso reconocido por la Iglesia en nuestra comarca es el de Pedro Martín Pacho, en 1621, que fue sanado gracias a la intercesión de la Virgen de la Sierra de Cabra.

El Milagro de Pedro Martín Pacho (1621) 

Pedro Martín Pacho, un humilde hortelano natural de Cabra, padecía una grave enfermedad que lo había dejado tullido de pies y manos, incapacitado para valerse por sí mismo. A pesar de su condición, era un hombre de profunda fe y gran devoción a la Virgen de la Sierra.




Un día de San Juan, en junio de 1621, Martín Pacho se encontraba solo en la ermita de la Virgen, rezando con fervor, pues sus acompañantes lo habían dejado allí un momento. Mientras estaba absorto en su oración, vio con horror cómo una de las velas que iluminaban el camarín de la imagen caía, provocando un incendio que comenzaba a extenderse rápidamente.

Preso de la desesperación, el pobre hombre, consciente de su parálisis y temiendo que la amada imagen de la Virgen ardiese, sintió una inmensa impotencia al no poder moverse para sofocar las llamas o pedir ayuda, ya que nadie acudía a su llamada. En ese momento de angustia suprema, Martín Pacho clamó a la Virgen con todo su corazón, pidiéndole auxilio.

Fue entonces cuando ocurrió el prodigio. Impulsado por una fuerza inexplicable, y sintiendo que sus miembros inertes recuperaban la movilidad al instante, Martín Pacho pudo levantarse sano y salvo. Corrió hacia el fuego y, milagrosamente, el incendio se extinguió por sí solo, sin causar daño a la imagen ni a la ermita, quedando todo intacto.

El suceso causó gran conmoción en Cabra. El hecho de que un hombre tullido hacía mucho tiempo hubiera recuperado la salud de forma instantánea y, además, hubiese evitado un desastre en el santuario, fue interpretado por el pueblo como un claro milagro de la intercesión de la Virgen.

La noticia se extendió rápidamente, y las autoridades eclesiásticas, a petición del cabildo municipal, abrieron un proceso formal de investigación para verificar los hechos. Tras meses de pesquisas y la toma de declaraciones, la Iglesia reconoció oficialmente el milagro en marzo de 1622, consolidando aún más la devoción a la Virgen de la Sierra como patrona principal de Cabra.

 

En Lucena, los milagros están fuertemente ligados a la devoción de su patrona, María Santísima de Araceli. Existen varios relatos tradicionales y documentados que la fe popular considera milagrosos, si bien muchos de ellos son parte de la historia y la tradición oral. 

 

El Milagro de la Liberación de Cautivos (La Cadena del Santuario)

En tiempos donde el Mediterráneo era un mar de peligros y las costas andaluzas sufrían el azote de la piratería berberisca, un hombre de fe, natural o cercano a Lucena, se vio sumido en la más amarga de las suertes: la cautividad.

Apresado, encadenado con gruesos grilletes de hierro que dañaban sus muñecas, y lejos de su tierra, su futuro se antojaba tan sombrío como el calabozo donde penaba. Los días se sucedían monótonos y desesperantes, y la esperanza se desvanecía con cada amanecer.

Pero este hombre recordaba las historias de la Virgen de Araceli, la que habitaba en la cima de la Sierra de Aras, protectora de su pueblo y auxiliadora de los desvalidos. Noche tras noche, en la penumbra de su celda, elevaba sus plegarias, encomendándose a Ella, pidiendo por su libertad, por un milagro que rompiera las cadenas que aprisionaban su cuerpo y su alma.

Una noche, mientras suplicaba con renovado fervor, un calor inusual recorrió sus extremidades. De repente, sin explicación alguna, las pesadas argollas que unían sus grilletes se abrieron. El hierro cedió, no por la fuerza humana, sino por una intervención inexplicable y divina. Quedó libre de sus ataduras físicas, un prodigio que le permitió escapar de su cautiverio.

Lleno de gratitud y asombro, y sin olvidar la promesa que había hecho en su desesperación, el hombre emprendió un largo y peligroso viaje de vuelta a casa. No regresó con las manos vacías; cargó con las mismas cadenas y grilletes que, milagrosamente, se habían roto.

Al llegar a Lucena, subió la empinada sierra hasta el Santuario de María Santísima de Araceli. Allí, ante la imagen de la Virgen, depositó las cadenas como ofrenda y testimonio vivo de su milagrosa liberación.

Hoy, esa misma cadena cuelga en el pórtico del Santuario de Araceli como muestra de la historia de aquel hombre cuya fe fue más fuerte que el hierro, y se ha convertido en un símbolo de la Virgen como "liberadora" y protectora ante situaciones desesperadas.

 

Imagen que contiene cadena, estructuras metálicas, medallón

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La Historia de la Niña Perdida en la Sierra

La brisa de la Sierra de Aras, que usualmente traía el fresco aroma del tomillo y el romero, aquella tarde se cargó de angustia. Una niña, pequeña y curiosa, se había extraviado mientras correteaba por las faldas del monte, cerca del santuario de la Virgen de Araceli.

La noche cayó y nadie encontraba a la pequeña. Linternas y antorchas se movilizaron por la ladera. Hombres y mujeres de Lucena, con el corazón encogido, peinaron cada sendero gritando su nombre, pero solo el eco les respondía. El miedo a los peligros de la sierra, al frío de la noche, atenazaba a todos, especialmente a la familia de la niña. Las plegarias a la Patrona se multiplicaban en cada boca.

Con las primeras luces del alba, cuando la esperanza comenzaba a flaquear tras una noche de búsqueda infructuosa, un grito de alivio rompió el silencio. La niña había sido encontrada. Estaba sana y salva, sentada tranquilamente junto a unas rocas, con una serenidad impropia de quien ha pasado la noche solo en la montaña.

Corrieron hacia ella, la abrazaron, preguntando cómo había sobrevivido, si había tenido miedo, si había pasado frío. La niña, con la naturalidad de la inocencia, respondió con una simple frase que se convertiría en leyenda:

No he tenido miedo, una Señora muy guapa se quedó conmigo. Me dio su manto para que no pasara frío y me cantó canciones hasta que me dormí.

Para los vecinos de Lucena, no hubo duda. Aquella "Señora muy guapa" no era otra que María Santísima de Araceli. El relato se instaló en el corazón del pueblo, un milagro sin papeles ni actas notariales, pero vivo en la tradición oral.

La Virgen, una vez más, había extendido su manto protector sobre uno de sus hijos, demostrando que su amparo iba más allá de las paredes del santuario, velando siempre por aquellos que recurren a ella en sus oraciones.

Y tú, ¿conoces algún otro milagro o tradición parecida en nuestra comarca?
¡Te leemos!



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