EL ORIGEN DE LA PALABRA "JESÚS" AL ESTORNUDAR


Hoy os hablaremos de una expresión que, aunque puede pasar desapercibida, todos hemos utilizado y forma parte de nuestro lenguaje cotidiano: el origen de la palabra "Jesús" como continuación de un estornudo.

Hay que tener en cuenta que durante miles de años, el hombre ha vivido en la idea de que al estornudar se escapa una parte de ti, una parte del alma. 

Los egipcios y los griegos, por ejemplo, creían que los estornudos eran una advertencia divina.
De manera cuanto menos curiosa, los estornudos se consideraban "buenos" si se producían por la tarde, "malos" si se tenían lugar por las mañanas, y una terrible señal si alguien estornudaba al levantarse de la cama o de la mesa.
Nada bueno se podía augurar a los que estornudaban hacia el lado izquierdo, mientras que hacerlo hacia la derecha se consideraba favorable.

Aristóteles e Hipócrates explicaron al mundo que la acción de estornudar se debía a la reacción de la cabeza contra una sustancia que se introducía por la nariz queriendo provocar la muerte, por lo que se recomendaba contrarrestar la acción de dicha sustancia con bendiciones, tales como: "¡Larga vida para tí!", "¡Que Zeus te guarde!", "¡Vivid!" o "¡Que Júpiter te conserve!". De hecho, en La Odisea, Homero menciona esta salutación religiosa al que estornuda. 

Los romanos, por su parte, pensaban que si una persona sana estornudaba, era síntoma de que el cuerpo estaba intentando expulsar a espíritus de enfermedades futuras. Es por ello que la medicina romana desaconsejaba la retención de estornudar, y al producirse, se exclamaban bendiciones y felicitaciones. La más utilizada era "¡Salve!".

La fortaleza del cristianismo en años posteriores propició que se le añadiera un nuevo elemento negativo al  acto de estornudar: la presencia del diablo. Para evitar que éste se metiera dentro de la persona que había estornudado, se le decía varias veces seguidas el nombre de «¡Jesús!». 
Esta costumbre siguió durante siglos hasta que en el año 591 una terrible epidemia asoló la península itálica. Los primeros síntomas de la epidemia eran los estornudos y por ello, el Papa Gregorio I recomendó a todos los creyentes cristianos de la época que, ante un estornudo, se hiciese de inmediato una invocación del tipo "¡Jesús!" o "¡Que Dios te bendiga!".

El deseo del sabio papa, lejos de ser un método puramente medicinal, se basaba en hacer que aquel que estornudara fuera inmediatamente identificado y la exclamación funcionara a modo de oración para bendecir el lugar y evitar el desarrollo de la enfermedad. 

Desde esta época y hasta nuestros días, la orden del Papa Gregorio I sigue teniendo validez, independientemente del idioma que se hable, pues son conocidas las expresiones "Bless you", "Salud", "Jesús" o "Dios te bendiga" cada vez que alguien estornuda, aunque para los menos creyentes, también hay que reconocer que estas expresiones también se utilizan como una fórmula de educación.

A modo de curiosidad, os podemos contar que por ejemplo en Rusia, Hungría y Eslovenia, un estornudo que ocurre después de hacer una afirmación se interpreta como una confirmación por parte de Dios de que lo que se dice es cierto. Por otro lado, en la India y en Pakistan se cree que cuando alguien estornuda es que recuerda o es recordado por alguien querido. En Japón, estornudar dos veces seguidas es señal de que alguien está hablando de ti.
Los musulmanes también tienen su propia exclamación y esta suele ser: «Alhamdulillah» (Gracias a Allah/Alabado sea Allah) a lo que la otra persona contesta con un «Rahimak Allah» (Que Allah te bendiga) o «Yarhamuka Allah» (Que Allah tenga misericordia de ti).




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